Bolívar dsnudo, Rodrigo Arenas Betancur. |
MI SIMON BOLIVAR
A Manuela Betancourt Marín, dedico
No eres para mí el adusto guerrero que se exhibe en las academias,
caballero en un corcel fogoso,
o mirando desde un trono apoyado en el mango de la espada
el lejano horizonte con gesto displicente.
No eres ese Bolívar, guerrero en receso, mito deshumanizado
a quien yo amo.
Amo al Bolívar hombre, al amante de Manuela, de esa loca iluminada
que bajo el sol y la lluvia, transmontando los helados picos
de los páramos andinos, siguió segura tu huella
Al Bolívar derrotado, con la casaca raída, sin medallas,
con sed física, con hambre, solo enfermo, sometido
a su condición humana, seguido por una tropa d humildes hombres del campo
expertos en la labranza que tú trocaste en guerreros.
Porque erramos el camino y no seguimos tus pasos,
hoy América Latina es un pueblo gobernado
por déspotas y tiranos
que imponen su voluntad a golpes de bayoneta.
La muerte te sorprendió pobre y solo. Minado estaba tu cuerpo
y tu espíritu minado, cuando todo lo brindaste:
fortuna, honores y gloria,
sin comprender que era el paso definitivo hacia la cumbre.
Porque no fu en Angosturas, en Boyacá o Carabobo,
donde Don Simón Bolívar recibió la alternativa de la inmortalidad:
fue en Santa Marta, traicionado por la gloria, la fama y la adulación
donde comprendió el sentido de su lucha.