lunes, 23 de abril de 2012

María Rubiela Ochoa


El indigente





Amiga soy del mendigo,

del pordiosero, del basurero,

del andante, del ignorante

del indigente que vive

como un can entre la mugre

y que va de alero en alero

buscando en el basurero

los desperdicios, las sobras,

para calmar la fatiga

del hambre que los agobia

hasta perder la razón

y es tal la desazón por conseguir el sustento,

que son cual los gallinazos

que con su pico hacen pedazos

cualquier bicho o desperdicio;

mejor dicho este es su oficio,

con que calman la fatiga

del hambre que los agobia.



Y que el mismo Dios lo diga

si digo yo la verdad;

los he visto de madrugada

cuando sale la alborada

desfilar por la barriada,

cadavéricos, harapientos

con su cara marginal y a su espalda su costal;

Son ellos madrugadores….

Pues ya dio el reloj la hora, la hora de trabajar;

ellos logran la mañana

pues no pueden ya dormir

porque tienen que competir

con su trabajo rutinario

para conseguir a diario

algo para sobrevivir

y empiezan pues ya a abrir las bolsas de la basura

y con sus manos mugrientas

y sus bocas ya sedientas

comienzan a saborear y luego a masticar lo que

para ellos es un manjar…

Las sobras de la basura!

Y así van cual caminantes por todita la ciudad,

caminando sin parar

igual que el judío errante;

hasta que caiga la noche

y el cansancio los domina

entonces ahí se inclinan

en cualquier andamio o acera

y ponen de cabecera y de almohada su costal.


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